“Quien ve las aduanas ve el mundo”, afirma Kunio Mikuriya. En la puerta de su oficina en Bruselas, el secretario general de la Organización Mundial de Aduanas (OMA) tiene colgado un cartel de Nada que declarar, una película que llegó a los cines en 2011 y que cuenta la desaparición de un puesto de aduana que estaba en la localidad de Courquain en Francia y de Koorkin en Bélgica, como consecuencia de la entrada en vigor del Tratado de Maastricht en 1993. Ex negociador de Japón para los tratados de libre comercio y miembro de la dirección de la OMA desde hace más de diez años, Mikuriya observa con ojo experto la inédita reconfiguración de las fronteras a escala planetaria.
En otros tiempos esencialmente terrestres y continuas, las fronteras se metamorfosean, se fragmentan, se desplazan. En Europa Occidental, la Unión Europea (UE) hizo desaparecer puestos de controles, barreras y derechos de (...)