A semejanza de los surfistas, que buscan el spot y van juntos a medirse con el océano, las autoridades del teatro público francés tienden a seguir la ola. Fue así como, en los años 1970 y 1980, en la estela de la difícil y magnífica puesta en escena de La disputa por Patrice Chéreau (1973), rompió una poderosa ola Marivaux. ¡Basta de marivaudage! Cuántas “Falsas criadas” y cuántos “Juegos del amor y del azar” vimos, donde se nos enseñó que el mencionado juego no era más que una lucha de clases avant la lettre, y que el inconsciente dictaba el discurso de las condesas…
Pero pronto, junto a la proliferación de versiones de las piezas de Bernard-Marie Koltès, la fascinación por el modelo “alemán” causó estragos, y los directores surfearon en la ola de Heiner Müller, Peter Handke, Thomas Bernhard (la lista no es exhaustiva). Finalmente, hace unos años que hemos (...)