Caída del régimen rumano, 1989.
[En vísperas de Navidad, mientras cae la dictadura de Nicolae Ceausescu, los telespectadores descubren las imágenes de un osario en Timisoara donde se afirma que yacían cuatro mil cadáveres horriblemente mutilados]. Prevalece un mito: el de la conspiración. La de los “hombres de la Securitate”, a quienes se les describe como innumerables, invisibles e inencontrables; que aparecen en la noche, de improviso, desde subterráneos laberínticos y tenebrosos, o desde tejados inaccesibles; que son hombres muy poderosos, sobrearmados, principalmente extranjeros (árabes, sobre todo, palestinos, sirios o libios) o nuevos jenízaros, huérfanos criados y educados para servir ciegamente a su maestro; capaces de la crueldad más absoluta, de entrar en hospitales, por ejemplo, y de disparar a todos los enfermos, de rematar a los moribundos, de destripar a las embarazadas, de intoxicar el agua de las ciudades…
Todos estos aspectos horribles que la televisión confirmaba (...)