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El país de la democracia imposible

En México, la prensa al servicio de una tiranía invisible

Los grandes grupos mediáticos mexicanos, históricamente relegados al papel de ejecutores de la propaganda gubernamental, han comenzado poco a poco a encumbrar o despreciar a los poderosos. El presidente Enrique Peña Nieto, llevado al poder en 2012 por las televisiones privadas, se comprometió a limitar los monopolios de los gigantes de la comunicación. Una promesa que ha quedado en letra muerta.

por Benjamin Fernandez, noviembre de 2017

“Distinguido y fino amigo: (...) hemos revisado todas nuestras publicaciones (...) y puedo asegurar que no se encontraba nada que pudiera interpretarse como negativo al Gobierno y que, por el contrario, nuestra política era francamente favorable y de apoyo al régimen”. En estos preocupantes términos, Gabriel Alarcón, director y propietario de El Heraldo de México, se dirigió al presidente mexicano Gustavo Díaz Ordaz en una carta con fecha del 24 de septiembre de 1968. México estaba entonces sacudido por manifestaciones estudiantiles sin precedentes, y la afanosa cobertura periodística de la represión policial frente a una juventud descrita como subversiva terminó incomodando al Ejecutivo a pocos días de la apertura de los Juegos Olímpicos en la capital. “Señor Presidente –continúa la misiva–, nos sentimos en una habitación oscura y solamente usted nos puede dar la luz que necesitamos”. El 2 de octubre, policías de paisano y soldados dispararon a la multitud (...)

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