Las batallas llevadas a cabo desde hace décadas por las fuerzas de la reforma liberal han consistido principalmente en privar a la clase obrera de lo que constituye su unidad más allá de las profesiones, los orígenes sociales, el género o las culturas: el estatus de productor. Lo que, fundamentalmente, une al calderero y a la reportera gráfica, al ingeniero y al trabajador de una cadena de montaje, a la panadera y al maestro es la facultad de responder con un “nosotros” a la pregunta “¿quién produce la riqueza?”.
Contra este núcleo de la conciencia de clase, la burguesía dirige desde los años 1970 una doble ofensiva. Primero ideológica: se trata de hacer olvidar cómo, en 1946, el movimiento obrero francés impuso, con el sistema general de la Seguridad Social y el estatuto de los electricistas-gasistas, las bases de un cambio en el modo de producción. Ya que, a partir de (...)