Taipéi, cuatro de la tarde, 24 de mayo de 2017. A menos de dos kilómetros del Tribunal Supremo, una pantalla gigante retransmite el veredicto en directo. De repente, se agitan banderas con los colores del arcoíris por encima de una muchedumbre de partidarios locos de alegría. A algunos se les escapa alguna que otra lágrima. La más alta autoridad jurídica de la República de China (Taiwán) acaba de declarar inconstitucional la ley sobre el matrimonio, la cual no trata a todos los ciudadanos por igual, pues limita la unión a la establecida entre un hombre y una mujer. En ese mismo momento, delante del edificio donde se encuentra el Tribunal, algunos detractores protestan: “¡Dejen de examinar la ley, dejen que el pueblo decida!”.
Al anunciar que el Parlamento dispone de dos años para legislar y que, en caso contrario, los matrimonios homosexuales serán inscritos automáticamente en el Registro Civil, el Tribunal (...)