Llevan un chaleco amarillo, controlan el tráfico en las rotondas, hablan de su vida cotidiana, luchan. Enfermeras, cuidadoras de personas dependientes o de niños: ellas también se han puesto la prenda fluorescente para desgarrar el velo que normalmente esconde de la vista del público a las empleadas que trabajan entre bastidores. Mujeres y asalariadas, con su doble jornada de trabajo y sus ingresos modestos, mantienen con su esfuerzo el deteriorado edificio del Estado del bienestar.
Los sectores predominantemente femeninos de la educación, la atención médica, el trabajo social o la limpieza son la invisible piedra angular de las sociedades liberales, y su salvaguarda. La interrupción de estos servicios básicos paralizaría todo un país. ¿Quién, entonces, se encargaría de las personas dependientes, de los bebés, de la limpieza, de los niños? Los ejecutivos esquiroles y las fuerzas del orden que se lanzan al asalto de las barricadas esta vez no podrían hacer (...)