En el corazón del valle de Sacramento, en California, en el salón de un restaurante decorado con osos y cobras disecados, un hombre da un bocado a su hamburguesa frente a un bote de ketchup. Chris Rufer, patrono de la Morning Star Company, es el rey del sector mundial del tomate industrial. Con solamente tres fábricas, las más grandes del mundo, su empresa produce el 12% del concentrado de tomate consumido en todo el planeta.
“Soy una especie de anarquista –explica Rufer entre bocado y bocado–. Por eso ya no hay ningún jefe en mi empresa. Hemos adoptado la autogestión” –una “autogestión” en la que la informática reemplaza a los ejecutivos, pero que no prevé que los trabajadores controlen el capital de la empresa–. Mecenas del Partido Libertario, Rufer delega en los empleados el reparto de las tareas aún confiadas a seres humanos. En los talleres de la ciudad de Williams, (...)