Sentado en su cama en una ordenada habitación, un muchacho negro contempla la bandera de su equipo preferido, los Knicks de Nueva York. Lleva la camiseta de Kristaps Porzingis, un jugador letón fichado en 2015 por 6,5 millones de dólares anuales, que presta su voz a este anuncio de la Asociación Nacional de Baloncesto (NBA por sus siglas en inglés): “Siempre fue mi sueño, desde que era crío. Cogí el balón entre mis manos y nunca me volví atrás. A fin de cuentas, si trabajas duro, todo se vuelve posible, incluso para un jugador originario de un pequeño pueblo letón”.
A Estados Unidos le encantan las historias sociales edificantes. Y el baloncesto las fomenta. Un nigeriano, vendedor callejero “sin papeles” en Grecia –Giannis Antetokounmpo–, que aprende a jugar en 2007 y se convierte diez años más tarde en uno de los mejores jugadores de la liga. El deportista más pequeño del (...)