Ante la proliferación de las iniciativas llamadas humanitarias, generosas o solidarias, se instala una cierta confusión que invita a analizar un fenómeno cuya importancia es contemporánea de la crisis. Solidaridad, ayuda, caridad, urgencia humanitaria… ¿de qué hablamos? Detrás de un chantaje emocional permanente contra la indiferencia ante la desgracia ajena, ¿no vemos concretarse y desarrollarse un vasto plan de formateo moral y global? Al presentarse estos debates como éticos, la crítica es sospechosa. Sin embargo, esta es tanto más necesaria cuanto que, de la misma manera que las seudoevidencias contemporáneas, el contenido del deber de solidaridad merece ser examinado, ya que es manipulable y está manipulada en un mercado moral donde toda mercancía tiene su lugar propio.
Una primera observación consiste en recalcar la dimensión privada y no pública de estas acciones y de los discursos que las acompañan. El mercado de la solidaridad que se instala ante nuestros ojos se (...)