La periodista del Wall Street Journal Margaret Coker, quien después de la caída de Trípoli visitó un centro dedicado a la escucha de la población, pudo constatar que todo, allí, estaba bajo control: la red Internet, los teléfonos móviles GSM y las conexiones por satélite (Internet y teléfono). En los informes figuraban, entre otras cosas, los correos electrónicos o los extractos de chats de opositores al régimen de Muamar Gadafi. En las paredes del centro había cartelitos de la empresa que hizo la instalación: Amesys, una filial de la sociedad francesa Bull. Más tarde Le Canard Enchaîné revelaría que se solicitó la ayuda de la Dirección de Información Militar (DIM) en la formación de “controladores” libios.
En Siria el material estadounidense permitió al régimen de Bachar El Assad censurar Internet y recuperar a su antojo los nombres de usuarios y las contraseñas de los ciudadanos, con el fin de acceder a (...)