A lo largo del río Rangún, allí donde otrora retozaban tigres y elefantes, dos chicos de 12 años van y vienen en medio de un montón de ladrillos y escombros, en busca de metales para vender. “Dinero”, se alegra uno de ellos blandiendo un tubo de hierro oxidado. Su compañero se agacha y, con la ayuda de un pequeño martillo, comienza a sacar la capa de óxido del trozo de chatarra. El día anterior, en unas pocas horas, había sido demolido el muro construido en la época colonial entre la ciudad y el río. Al amanecer, los más pobres acudieron allí para rastrillar los escombros.
Hace unos meses, la autoridad portuaria birmana anunció una enorme operación de dragado del río, la primera de ese tipo, así como un programa de ensanchamiento de la Strand (la “carretera de la playa”), una de las principales avenidas de Rangún. Una obra de importancia estratégica, (...)