La “revolución bolivariana” en Venezuela, igual que sus homólogas en Bolivia y en Ecuador, se nos presentan como laboratorios de nuevos modos de producción y de desarrollo. Para entender su origen hay que remontarse a los años del “Consenso de Washington”; el huracán destructor terminó por engendrar, en varios países, levantamientos populares. Éstos provocaron una crisis de legitimidad del modelo neoliberal. Y en ese contexto, la elección de Hugo Chávez, en diciembre de 1998, marcó el inicio de un nuevo ciclo político, caracterizado por una voluntad continental de democratización, de soberanía y de recuperación, por parte del Estado, del control político. Todo lo cual había sido abandonado a los mercados.
Desde hace una década, hemos visto perfilarse valores comunes entre numerosos gobiernos, así como una visión continental autónoma. Poderosos movimientos sociales han llevado al poder, por la vía electoral o mediante protestas populares, a una generación de nuevos líderes. Esos movimientos (...)