Hubo un tiempo en que los gobiernos gobernaban, incluso en materia económica y financiera. Tomaban decisiones inspirados en una serie de políticas cuyas consecuencias eran generalmente previsibles. Es el sentido de la máxima cuya paternidad se atribuye a Émile de Girardin, periodista francés del siglo XIX: “gobernar es prever”. ¿Tiene tal afirmación aún alguna validez? La crisis de la deuda pública que afecta a Europa ofrece en todo caso un contraejemplo caricaturesco.
Los principales dirigentes de la zona euro –Angela Merkel, Mario Monti, Nicolás Sarkozy y de manera accesoria Mariano Rajoy-, dedican cada vez mayor parte de su tiempo a encontrarse o a llamarse por teléfono para tratar de fijar posiciones comunes. Cuando lo logran, esa posición queda rápidamente invalidada por la realidad. Simplemente porque ya no tienen ningún poder sobre los mecanismos dispuestos por los Tratados europeos que ellos mismos votaron. Para financiar la deuda pública –de la que hay (...)