La ciencia ficción siempre es una criatura de su época. Durante mucho tiempo reprodujo el sexismo imperante, en particular el que reinaba en las comunidades científica y literaria. Recordemos que hubo que esperar a 1874 para que una mujer, Sofia Kovalévskaya, obtuviera un doctorado científico, en matemáticas, por la Universidad de Gotinga. En lo que respecta al campo de la ciencia ficción, peor todavía. Hasta finales de los años 1960 no se concedió un premio de prestigio a una mujer, Ursula K. Le Guin. Es cierto que, circunstancia algo atenuante, las autoras solo representaban entonces entre el 10% y el 15% de los escritores del género.
“Durante la primera mitad del siglo XX, la ideología patriarcal de la ciencia ficción no se pondrá en cuestión”, escribe Joëlle Wintrebert, escritora de este género (Pollen, Au Diable Vauvert, 2002). “Las mujeres autoras y lectoras son por entonces la excepción. Cuando publican, lo hacen (...)