Al acceder al poder en febrero de 2008, el presidente de centroderecha Lee Myung-Bak había prometido una “Corea mundializada” donde cada habitante tendría ingresos anuales de 40.000 dólares. Ignoraba que doce meses más tarde su país sería uno de los más afectados por la crisis del neoliberalismo que él defendía, ni que su firmeza respecto de Corea del Norte generaría las más graves tensiones entre ambos Estados en una década, hasta el punto de casi dejar a Seúl marginado en las conversaciones de los Seis (China, las dos Coreas, Estados Unidos, Japón y Rusia) sobre la desnuclearización del régimen de Pyongyang.
El disparo por parte de la República Popular Democrática de Corea (RPDC), el 5 de abril de 2009, de un lanzador de satélites –o de un misil de largo alcance– fue acogido con calma en el Sur, cuya población está acostumbrada, desde hace medio siglo, a las invectivas y a (...)