En la lista de las obras más vendidas en las librerías alemanas figuraba, a comienzos de año, Das Kapital (El Capital) escrito por un tal... Marx. Qué tiene de sorprendente, dirá usted: Marx hace felices a las editoriales. Salvo que ese Marx no se llama Karl, sino Reinhard, arzobispo de Munich, tras haber sido obispo de Tréveris, ciudad natal del primero. Esto sería, escribe, señal de que Dios tiene sentido del humor.
Nuestro arzobispo no duda en explotar las posibilidades que le ofrece esta homonimia. A modo de prefacio, escribe una carta a su “querido Karl Marx” para decirle que, en algunos aspectos, “no estaba totalmente equivocado”. De hecho, Reinhard escribe este libro con el fin de que Karl “descanse en paz”. En conclusión, afirma: “Si no cumplimos con la tarea que reclaman nuestros tiempos, nos encontraremos –estoy convencido– con Karl Marx volviendo de la historia. Y eso no debe suceder”.
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