Una estatua gigante de Joseph Stalin impera aún en el centro de Gori, en Georgia, ciudad natal del ex dirigente de la URSS. A unos cientos de metros, la vieja aula de una escuela primaria alberga a Nana Beruashvili, de 46 años, y a sus dos hijos, así como a otras cuatro familias desplazadas. Una decena de kilómetros la separan de Eredvi, su pueblo natal en Osetia del Sur, muy cerca de Tsjinvali, la capital. Dos días después del inicio de los combates, el 7 de agosto de 2008, Beruashvili huyó del lugar. Hoy ya no puede volver a su casa. Está destruida. “Los osetios me exigen que saque un pasaporte ruso, si quiero volver –explica–. Nadie en el pueblo puede aceptarlo. ¡Somos georgianos!”.
Beruashvili no siente sin embargo ningún odio por los osetios, y la calidad de sus relaciones con los habitantes de los pueblos vecinos lo demuestra. El 5 (...)