Una tarde invernal de 1986 cuando Bonn era todavía la capital de la República Federal Alemana y todo el mundo coincidía en que lo mejor de aquella ciudad-ministerio era el tren que llevaba a Colonia, entré a una “Brauerei” para combatir el frío entre la cálida camaradería que siempre se da en las cervecerías alemanas, y para leer el atado de prensa latinoamericana que llevaba conmigo.
Así, entre sorbo y sorbo a una estupenda cerveza rubia, revisaba el último número de Veja, la mítica revista brasileña, y no presté atención al recién llegado que formuló el muy cortés “Darf ich bitte…?” para sentarse también a la mesa para diez o más personas y que ocupábamos tres tipos, todos con olor a tinta, pues en Bonn de cada diez personas siete eran periodistas y los otros tres estaban ahí por error. El recién llegado se sentó, ordenó una cerveza y de pronto, (...)