Análisis recientes suelen establecer un paralelo entre la Rusia actual y la Unión Soviética: burocracia reorganizada en castas de intocables, sistema de partido único, principios democráticos vulnerados, justicia “a la carta” y, además, renacimiento del “imperialismo ruso”. Pero el periodo Putin lejos está de parecerse al estancamiento brezhneviano.
La Rusia de 2010 no es la Unión Soviética de fines de los años 1970. Desde luego, ambas tienen mucho en común: allí donde imperaba el “verticalismo” del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS), se observa hoy el del partido “Rusia Unida”, presidido por Vladímir Putin y constituido en un 46% por funcionarios de diverso rango. Al Soviet Supremo le sucedió la Duma, cuyos diputados son elegidos a partir de listas de partidos aprobados por el Kremlin; los partidos que éste no controla no son elegibles. Toda manifestación de la oposición es reprimida; la televisión, censurada. Los tribunales dictan fallos en general (...)