Son muchos los economistas, responsables políticos y sindicalistas que consideran urgente volver a industrializar Europa. En Francia, por ejemplo, entre 1974 y 2017, el peso de la industria en el empleo total –incluyendo la producción de energía y las industrias extractivas, y excluyendo la construcción– ha pasado del 24,4% al 10,3%. El sector servicios, comerciales o no, se situó en el 81% en 2017. La industria no produce más que el 14% del valor añadido, en otras palabras: de la riqueza económica producida cada año. Los alarmistas repiten hasta la saciedad que estamos ante una catástrofe.
¿El caso francés es distinto del resto de países de su entorno? De ningún modo. Según las cifras de la Organización Internacional del Trabajo, que contemplan la totalidad de la industria y de la construcción, Francia sigue siendo más industrial que algunos países que no se podría calificar de burros del sacrosanto crecimiento: países nórdicos, (...)