A finales de junio, un ex aeródromo del Ejército Rojo, situado al norte de Berlín, albergará la edición anual del Fusion, un festival tecno con declarados principios anticapitalistas, y que es un referente en toda Europa. Sus sesenta mil participantes, enterados por el boca en boca, hace tiempo que realizaron su reserva, porque las entradas se agotan y los organizadores no lo difunden en la prensa. Durante cuatro días de “vacaciones comunistas”, como describe la presentación, accederán por 80 euros a los mejores artistas del género. Estos estarán repartidos entre unos veinte sistemas sonoros (sound systems) conectados por senderos que llevan nombres de revolucionarios y no lucen publicidad. Allí convivirán circos, cabarets y puestos altermundialistas. Pese a ser considerado estrictamente festivo, vacío de sentido por su ausencia de palabras, e incluso alienante, por sus pulsaciones mecánicas, ¿tendrá, sin embargo, el tecno una conciencia?
Desde su creación hace tres décadas, esta contracultura (...)