Desde la plaza Pigalle a la calle de Milán se atraviesa, en París, un barrio dilatado y popular. Ni quince minutos se tarda en llegar a la Fundación France-Libertés de Danielle Mitterrand, esposa del otrora presidente de Francia, François Mitterrand. Mujer cerebral, rebelde permanente, ninguna esposa de un jefe de Estado francés rompió como ella la sacrosanta reserva de las primeras damas.
Procedía de una familia de maestros radicales socialistas y uno de sus antepasados murió en las galeras por no renegar del protestantismo. Ella recibió una educación semejante a la de la juventud en su época y en su medio: exaltación del culto de la patria, de la cultura y de la fidelidad. De pequeña, la llevaron a colegios religiosos, donde descubrió la estrechez de espíritu, la injusticia y la crueldad. Compensaba esta enseñanza en su casa por su padre francmasón, quien perdió su empleo de profesor por negarse a revelar (...)