La reforma energética del presidente Enrique Peña Nieto completa el sueño de su predecesor Carlos Salinas de Gortari. Presidente tecnócrata formado en Harvard, este último privatizó, entre 1989 y 1994, sectores enteros de la economía, y firmó con Estados Unidos y Canadá el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). Este tratado abrió el país a los productos, servicios e inversiones de sus vecinos, dando un duro golpe al sector agrícola y a la industria nacional, a excepción de la subcontratación y de la producción deslocalizada de las multinacionales extranjeras. Faltaba todavía “liberar” el sector de la energía. Cuando las leyes de aplicación aprueben la reforma energética de 2013, esto será un hecho.
Caerán en el olvido las conquistas de la Revolución mexicana, la nacionalización de los hidrocarburos en 1938 y de la electricidad en 1960, las políticas de subvención de la gasolina, del gas y de la electricidad, (...)