Uno de los vehículos que nos acompañaba tuvo un problema técnico. Nos vimos obligados a parar en uno de esos pueblos de la Amazonia ecuatoriana que difícilmente aparecen en Google maps. El calor agobiaba. Al lado del taller, una señora vendía baratijas a los automovilistas desamparados. Le pedimos un poco de agua fresca. Pero cuando estaba a punto de atendernos, retrocedió: “Es mejor que la compre en botella a la vecina. La nuestra puede hacerle daño”. Era la segunda vez en el transcurso de este viaje que recibía esta respuesta.
Como muchos otros pueblos de las provincias de Sucumbíos y Orellana, este no-lugar fue construido por gente venida de lejos, atraída por la explotación petrolera inaugurada por la empresa estadounidense Texaco en 1962. Sushufindi, Tarapoa, Yuca o Socha: son todas localidades que no son más que caseríos. Otras han crecido como Coca o Lago Agrio, que tienen casi 30 millones de (...)