Es lunes y el sol reluce en las aguas claras del mar de Seto. Una marea poco frecuente de sombreros y amplias sonrisas llena el transbordador, como si fuera época de vacaciones. La gran isla de Honshu queda ya lejos y los puertos pesqueros se suceden. De pronto, a estribor, una construcción de prefabricados aparece en los acantilados exuberantes. Los aparatos fotográficos crepitan. “¡Es la bahía de Tanoura, y allí es donde quieren construir la central!” Venidos de Ibaraki, al nordeste de Tokio, un grupo de militantes antinucleares se dirigen a la isla de los irreductibles, Iwaishima.
Este islote minúsculo situado a la entrada del mar interior de Japón, al sur de Hiroshima, y habitado por apenas cuatrocientas setenta almas, se ha convertido en el lugar de peregrinaje para todos los antinucleares del archipiélago. Desde hace más de treinta años, este pueblo de pescadores y agricultores se opone ferozmente a la (...)