El grifo del jardín gotea. Con una mano inquieta, Odina Moreo lo gira; con un sonido ronco deja aún escapar algunas gotas vacilantes. “Nunca consigo cerrarlo, qué derroche… De todas maneras, solo lo utilizamos para lavar los platos o la ropa y para pasar la fregona”, suspira la joven con la frente perlada de sudor. Nos encontramos en uno de los cuatrocientos asentamientos (barrios populares) de la capital, Asunción. En el departamento Central, la explosión demográfica, el éxodo rural y una red pública deficiente han ido construyendo el camino del floreciente mercado del agua. Con las mismas condiciones que los de los centros urbanos circundantes, a los habitantes de este barrio de chabolas –constituido por viviendas informales, pero construidas en algunos casos hace más de treinta años– les abastece una aguatera, una empresa privada especializada en la distribución de agua.
La tarifa es relativamente baja –22.000 guaraníes (en torno a 3,50 (...)