Febrero de 1953. La República Federal de Alemania se hunde bajo el peso de las deudas y amenaza con arrastrar a todos los países europeos en la tormenta. Preocupados por su propia salvación, sus acreedores –entre ellos Grecia– toman nota de un fenómeno que sólo sorprendió a los liberales: que la política de “devaluación interna”, es decir, la reducción de salarios, no garantiza el pago de las deudas, sino más bien lo contrario.
Reunidos en Londres en una cumbre excepcional, 21 países deciden reconsiderar sus exigencias teniendo en cuenta las capacidades reales de su aliado y hacer frente a sus obligaciones. Reducen la deuda nominal acumulada por Berlín en un 60%, conceden a Alemania una prórroga de cinco años (1953-1958) y un plazo de 30 años para pagar. También establecen una “cláusula de desarrollo” que autoriza al país a no dedicar al pago de la deuda más de una veinteava parte (...)