Cuando deban caracterizar las operaciones militares francesas de principios del siglo XXI, los historiadores hablarán quizás de “sobresaltos estratégicos”, si se toma en cuenta lo sincopado que aparece el movimiento del conjunto de los diez últimos años. Para completar el relato de la aventura malí –a eso se dedica con entusiasmo una multitud de comentaristas–, antes hay que retroceder en el tiempo. Empieza en 2001, en Afganistán. Al día siguiente del atentado contra el World Trade Center, Francia decidió apoyar las operaciones relámpago que conducirían a la caída del régimen talibán. Sin embargo, como la región no le interesa demasiado y como la toma de Kabul por los “señores de la guerra” no significa un cambio estructural con respecto al caos afgano corriente, se cuida bien, al principio, de dejar efectivos pesados inmovilizados en tierra. Septiembre de 2002, Costa de Marfil: el Eliseo envió la fuerza Licorne al antiguo “escaparate (...)
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Una década de desafueros estratégicos
En Malí, la permanente cantinela de la guerra contra el terrorismo
La guerra iniciada por París en Malí el 11 de enero recibe un apoyo internacional tanto más mitigado cuanto que los objetivos fijados permanecen imprecisos. ¿“Destruir a los terroristas”, tal y como ha sugerido el presidente François Hollande? ¿Estabilizar la situación? ¿Reconquistar el norte del país? Al igual que Estados Unidos en Afganistán, y a falta de una visión estratégica, Francia corre el riesgo de empantanarse en las vastas zonas desérticas propicias para la guerrilla.
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