Entre sus amigos, Gabriel García Márquez “Gabo” distingue a los de antes y a los de después. Se entiende que la línea de separación pasa por el premio Nobel, atribuido en 1982. De pequeño tenía pocos amigos íntimos, algunos conocidos más o menos allegados, y otros de “hola, hola y al carajo”, como se dice en Cuba.
Lo conozco desde 1968, pocos meses después de la atribución del Nobel, el año anterior, al novelista guatemalteco Miguel Ángel Asturias (1899-1974). Ese año, acudí, como siempre, al Festival del Libro de Nancy, donde un prestigioso jurado otorgaba el Águila de Oro, galardón de reconocida importancia. Presidía el jurado precisamente Miguel Ángel Asturias, y García Márquez figuraba entre los favoritos. Pero finalmente la recompensa se atribuyó al estadounidense Edmund Wilson (1895-1972). Cuando Asturias bajó de la tarima me acerqué a él, grabadora en ristre. Nos conocíamos. Lo había acompañado a Suecia el año anterior (...)