En la vida de un pueblo, es un momento valioso. La tapadera de las leyes sociales se levanta. De repente, la resignación, los hábitos se convierten en sujetos de reflexión y, a continuación, se ponen en tela de juicio. El “río de las ciudades grises y sin esperanza de océano” confluye con otros, se ilumina; y todos desembocan en el mar.
El “¿por qué no?” sucede al “¡así son las cosas!”. Una propagación de las sublevaciones –hace cincuenta años aún no se hablaba de “convergencia de luchas”– recuerda que la historia no ha finalizado, que las reformas y las revoluciones que la han moldeado a menudo pretendían abolir la obligación de obedecer y de soportar.
En mayo de 1968, después del ensayo general no llegó el estreno. Una sublevación marcada por una de las huelgas obreras más importantes de la historia de la humanidad vio cómo se empañaba su posteridad porque sus (...)