Como en todos los salones internacionales, los stands están cargados de carteles con colores vivos, de fotografías provocadoras y de azafatas preparadas para la ocasión. Hombres con trajes entallados intercambian sus tarjetas de visita de forma ostensible. Entre los expositores, amplias maquetas de contenedores bien alineados; ciudades en miniatura en las que reinan el orden y la limpieza. “Puedo enviarle toda la información sobre nuestros campamentos: mineros, petroleros, militares o para refugiados. Como usted prefiera”, anuncia con orgullo Clara Labarta, representante de la sociedad de logística española ARPA, a un hombre que se presenta simplemente como el enviado de un “Gobierno africano”. Detrás de su stand, una gran fotografía de un campamento base que cuenta con diversos tipos de tiendas y de helicópteros. “Trabajamos en primer lugar como proveedores de equipamiento militar para el Ministerio de Defensa español, pero estamos aquí para comprender el mercado humanitario. Se trata de un (...)
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Los refugiados son un buen negocio
Los desastres humanitarios no son desastrosos para todo el mundo. Empresa de auditoría, vendedor de tarjetas de pago o gigante del mobiliario: en cuanto un campamento abre sus puerta, las empresas se precipitan para aprovechar una “industria de la ayuda” cuyo volumen anual sobrepasa los 25.000 millones de dólares.
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Recuadro
En un abrir y cerrar de ojos
DossierUn mundo de campamentos
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La fábrica de los indeseables
Michel AgierCampos de refugiados o de desplazados, centros de internamiento de extranjeros... Estas palabras ocupan la actualidad de todos los países desde finales de los años 1990. -
Internamiento al estilo francés
Claude Peschanski y Raphaël GodechotOficialmente, Francia no cuenta con campos de extranjeros. Sin embargo, no faltan lugares de confinamiento y de encierro para solicitantes de asilo y para migrantes en situación irregular.