A pesar de su carácter inédito, los recientes movimientos de trabajadores temporales, docentes, investigadores y otros profesionales reactivan un conjunto de cuestiones ya planteadas en el pasado. Para comprenderlas, debemos volver un poco atrás. En Francia, el término «intelectual» ha tenido en los últimos años una difusión que debe mucho a los medios de comunicación. A diferencia de lo que pasa en la mayoría de los países, este prestigioso estatuto tiende a delimitar la concepción ya dominante de lo que es un «debate» y de lo que son las personalidades dignas de intervenir en él, a imagen de «intelectuales» como Bernard-Henry Lévy o Luc Ferry. El acceso a la visibilidad mediática procura una forma de consagración que dispensa de la obligación de someter los temas abordados y la manera de hablar de ellos al juicio de los iguales.
Esta población, estadísticamente insignificante y muchas veces ridícula en sus poses de parodia, (...)