Mohamed VI, 47 años, rey de Marruecos desde hace más de una década, proyecta todavía en Occidente la imagen de un “joven monarca moderno y abierto”. Su régimen se percibe como un modelo de transición en un mundo árabe en decadencia. Pero de hecho, bajo la capa de un Marruecos cercano a Europa y a Francia en particular, paraíso de los expatriados y de los veraneantes ávidos de exotismo a tres horas de vuelo de París, se esconde un régimen medieval donde las libertades se ven a menudo pisoteadas.
La realidad es que este “Nuevo Marruecos”, aparentemente poco agitado, está lejos de El Dorado idílico que la prensa europea alaba frecuentemente. Mohamed VI, riquísimo rey entre los pobres, gasta sin miramientos para perdurar el aura de su dinastía, mientras que sus súbditos, todavía infantilizados bajo su tutela, pagan mayoritariamente las consecuencias de una pauperización que genera un caldo de cultivo de (...)