A veces la memoria nos engaña: cuarenta años nos separan de la Guerra de los Seis Días, pero una parte de los israelíes quiere creer que el periodo anterior a 1967 fue una edad de oro, nuestro paraíso perdido. Piensan que antes de 1967 la sociedad israelí era una sociedad a escala humana, justa, donde los valores del trabajo, la humildad y la solidaridad se imponían frente a la avidez y al egoísmo, donde todo el mundo se conocía, y –sobre todo– donde nadie ocupaba territorios.
Evidentemente, es pura ilusión. En 1966, el año que precedió a la ocupación, el desempleo había alcanzado la cifra record del 10%, la economía estaba en fuerte recesión, y por primera vez en la historia del país eran más los israelíes que partían que los nuevos inmigrantes que llegaban a instalarse. Para colmo, ese mismo año, los 400.000 árabes israelíes que no habían abandonado sus (...)