Al amanecer del 5 de junio de 1967, cuando el ejército israelí lanzaba su ataque contra Egipto, nadie podía imaginar que cuarenta años más tarde sus tropas seguirían ocupando territorios árabes conquistados durante esa ofensiva. Nadie imaginaba tampoco que la región se vería profundamente transformada a causa de una guerra tan breve. Estados Unidos, Israel y las monarquías árabes se alegraron de la derrota de Nasser y del nacionalismo árabe: pero en realidad, esa derrota aceleró la emergencia del islamismo político y la afirmación de la resistencia palestina. La incapacidad de las Naciones Unidas para hacer aplicar las numerosas resoluciones destinadas a establecer una paz justa en la región, contribuyó al desprestigio de las potencias occidentales. Por último, la situación de “ni guerra ni paz” facilitó la extraordinaria longevidad de los gobiernos autoritarios árabes, que contaron a menudo con la bendición de Estados Unidos.
Israel fue el claro vencedor en la (...)