Hay algo fascinante en esta suerte de marcha del tigre que ha llevado en Francia a Nicolas Sarkozy a la presidencia de la República. El innegable talento político que demostró en el curso de toda la campaña, esa mezcla de voluntarismo, autoridad, personalización, provocación, nacionalismo y liberalismo, conjugado con un brillante arte oratorio y un manejo temible de las comunicaciones de masas le ha permitido, en parte gracias al apoyo masivo de los poderes mediático y económico, imponerse con manifiesta nitidez.
Lo que después asombró fue la desenvoltura intelectual que lo llevó a decidir el debate sobre las líneas de delimitación que separan la derecha de la izquierda. Había analistas que se preguntaban si esas líneas se habían movido, empujadas por la globalización liberal. Sarkozy zanjó la discusión. Y mediante la composición de su gabinete, ha demostrado que el perímetro de la derecha incluye ahora en efecto buena parte del Partido (...)