No resuelta desde hace ocho años, la espinosa cuestión de Kosovo se instala nuevamente en el corazón de la política internacional. El presidente de Estados Unidos, George W. Bush, alarmó a las cancillerias al declarar, el 10 de junio, embriagado sin lugar a dudas por su recibimiento triunfal en Tirana (Albania), que era necesario saber decir “¡basta!” cuando las negociaciones se prolongan demasiado. Según él, Kosovo debe declarar pronto su independencia de manera unilateral, que Washington reconocerá sin esperar el veredicto del Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
Cabe preguntarse por qué razones, en Palestina, cincuenta años no han sido suficientes para crear un Estado independiente (con las trágicas consecuencias conocidas), y por qué, en cambio, debería resolverse la cuestión de Kosovo cuanto antes.
En los Balcanes, precipitación diplomática es a veces sinónimo de catástrofe. Recordamos lo mucho que la prisa de Alemania y el Vaticano por (...)