Dos incidentes recientes ilustran las crecientes divergencias en el seno de los movimientos islamistas armados. En Waziristán del Sur, una zona tribal de Pakistán situada en la frontera afgana, talibanes locales perpetraron en marzo de 2007 una masacre de combatientes extranjeros del Movimiento Islámico de Uzbekistán, vinculado a Al Qaeda; casi simultáneamente, el Ejército Islámico en Irak y la rama local de Al Qaeda se enfrentaban en feroces combates. Dos estrategias –dos formas de concebir el combate islamista– se oponen de manera cada vez más violenta.
Desde 2003, voluntarios extranjeros se dirigen a Pakistán e Irak. Sin embargo, lejos de alegrar a los dirigentes de los talibanes y a los grupos de resistencia islámicos autóctonos, esta llegada de combatientes radicales adeptos al takfirismo –una ideología que considera a los “malos musulmanes” como los principales enemigos (ver recuadro “El takfirismo, una ideología mesiánica”)– había provocado cierto malestar. Al librar la guerra contra (...)