Después del 11 de septiembre, el mundo descubrió estupefacto que los “combatientes de la libertad” afganos, elogiados por el presidente Ronald Reagan por su resistencia al Imperio del Mal, tenían una visión muy original de la “libertad”. Financiados, armados, entrenados por Estados Unidos, los muyahidin se habían vuelto contra sus viejos padrinos. Al Qaeda nació de esta equivocación.
Veinte años más tarde, ¿ha aprendido Washington la lección de este “error”? No, si se tiene en cuenta la información brindada por el célebre periodista estadounidense Seymour Hersh, quien explicaba en marzo, en The New Yorker, que Estados Unidos organizó una coalición de países árabes suníes moderados, con el fin de ayudar a todos los movimientos antiiraníes y antichiitas, incluidos los más “radicales”.
Un típico ejemplo es el Líbano, donde el Gobierno de Fuad Siniora se enfrenta a una oposición dominada por el Hezbolá chiita. En su investigación, Hersh señalaba su preocupación, incluso antes (...)