“Un sueño capitalista”. Así describía en septiembre de 2003 el semanario británico The Economist las nuevas estructuras económicas organizadas en Irak por la Autoridad Provisional de la Coalición (CPA). Una serie de decretos con la firma del procónsul estadounidense Paul Bremer había transformado radicalmente el sistema económico iraquí: los impuestos quedaban limitados a un máximo de 15%; se suprimían las tasas de importación (que eran las remplazadas por un aporte del 5% destinado a la reconstrucción); se reestructuraba completamente el sistema financiero y monetario; se preparaba la privatización de unas 200 empresas estatales. En síntesis, tras cuatro décadas de dirigismo, el país parecía de pronto destinado a convertirse en una amplia zona de libre cambio.
Donald Rumsfeld justificaba ese violento tratamiento con una lógica algo binaria. Para el secretario de Defensa estadounidense, gran organizador de la tarea de “reconstrucción”, “ se verán favorecidas las economías de mercado y no los sistemas (...)