Repentinamente, a finales del año pasado, los medios de comunicación advirtieron que había publicidad en el metro. Que grupos de jóvenes exaltados se habían lanzado al asalto de los carteles para embadurnarlos con fórmulas liberadoras. Y que, ultrajada, la Administración Autónoma del Transporte Parisino (RATP) reclamaba un millón de euros a unos 60 activistas descubiertos in fraganti. Entonces, diarios y revistas multiplicaron los reportajes, convirtiendo el asunto en una “tendencia”, a riesgo de inquietar a los publicistas que los financiaban. ¿De dónde salían esas brigadas que de golpe alteraban el orden publicitario? ¿Y por qué los medios de comunicación parecieron orquestar la denuncia del sistema del que dependían?
El 17 de octubre de 2003 unas 300 personas invadieron el metro para pintarrajear, cubrir con cruces negras y aforismos vengadores (“¡En lugar de gastar, piense!”) cientos de carteles publicitarios. Respondieron al llamamiento de un sitio internet lanzado por el grupo “Stopub” constituido (...)