El primero en comprender y expresar la mutación que actualmente afecta a la humanidad no fue un dirigente político ni un hombre de ciencia, sino un poeta. En 1945, en Regards sur le monde actuel (Miradas al mundo actual), Paul Valéry escribía: «Comienza el tiempo del mundo finito.» Urge extraer las consecuencias de esa observación: entramos en una nueva fase de la historia de los seres humanos.
Hasta hace poco, era posible ver como prácticamente infinito, casi inagotable, el patrimonio que nos es accesible. Los mapas del planeta incluían grandes manchas blancas designadas como Terra incognita; los bienes que nos prodigaba eran renovables al infinito; si nos expulsaban de un territorio podíamos encontrar otro en otra parte. Ahora ya no tenemos otra parte.
Algunos optimistas imaginan que podremos escapar a esa finitud yendo a instalarnos a otro planeta. Pero conocemos bien los del sistema solar, ninguno podría albergar a la humanidad por (...)