El gran levantamiento de abril de 2004 marca el resurgimiento del nacionalismo iraquí y tal vez también del nacionalismo árabe como factor importante de esta época posbaasista. El partido Baas, ya desacreditado, proclamaba en todas partes un nacionalismo a la vez “local” y “regional”: glorificaba el papel civilizador de Irak en la historia y reivindicaba la herencia de Hammurabi y Nabucodonosor. Bagdad pretendía sustituir a El Cairo como principal defensor de los intereses del mundo árabe. Pero el carácter odioso del poder del partido Baas incitó a muchos iraquíes a reaccionar contra esa retórica nacionalista.
Después de la caída del presidente Sadam Hussein, los palestinos que
habían gozado de asilo en Irak se volvieron objeto de suspicacia y resentimiento. El panarabismo había perdido su atractivo y los políticos iraquíes solían acusar a los medios panárabes, como Al Jazira, de haber sido demasiado complacientes con la dictadura. También condenaban a (...)