La resistencia al orden y al consenso de los ricos se me ha impuesto, en tanto que mujer negra y africana, como un compromiso moral e intelectual, pero también físico, en cada momento y en diversos frentes. La razón de ello es la antigüedad del acto de agresión y de desposesión, la dimensión y la gravedad de los perjuicios materiales, pero sobre todo culturales y morales.
Bajo la colonización, éramos perfectamente conscientes de esa condición de “subhombres” que nos habían asignado quienes antaño nos dominaban. De la humillación y de las injusticias nacieron la resistencia y las luchas de liberación nacional. Logramos reconquistar nuestros territorios y nuestra soberanía política, pero omitimos luchar por nuestra humanidad y por nuestra dignidad. De allí esas heridas invisibles que nos hacen tan vulnerables.
Como la violación del imaginario fue una constante de nuestra relación con nuestros antiguos patrones, tampoco disponemos del derecho a diagnosticar, a leer (...)