Desde hace décadas, conviven dos discursos sobre la inmigración dentro de la derecha estadounidense. O bien el extranjero se presenta como una amenaza (ladrón de empleos, aprovechador de la ayuda social o peligro para la seguridad pública) o bien se lo engalana con todas las virtudes (valiente trabajador que acepta los empleos que los nativos ya no quieren o emprendedor tenaz que, luego de llegar sin nada, funda su empresa). ¿Carga para la nación? ¿Tesoro para la economía? La derecha vacila, dividida entre conservadores que quieren proteger los “valores” estadounidenses y neoliberales que, para estimular el crecimiento económico, promueven que se abran más las fronteras.
Al invitar a los “sin papeles” a “autoexpulsarse” hacia sus países de origen –caso contrario pasaría a actuar la policía–, el candidato republicano en las elecciones presidenciales de 2012, Willard Mitt Romney, eligió la primera opción. Esta estrategia no sedujo a los millones de votantes hispanos (...)