Uno es un filósofo que pasó de los márgenes de la edición al estatus de referente de la protesta antiproductivista. El otro, un graduado universitario de menos de 30 años que imparte un seminario en la École Normale Supérieure de París. Indiscutiblemente brillantes, ambos son autores de sendos trabajos que parecen describir los dos polos entre los cuales camina a tientas la izquierda francesa.
Jean-Claude Michéa y Geoffroy de Lagasnerie se diferencian en casi todo. El primero ataca tanto el liberalismo económico como el liberalismo cultural; el segundo saluda en ellos un “remanso de imaginación”. Uno y otro, sin embargo, coinciden en un punto: consideran que ambos liberalismos están ligados. Y allí reside su error compartido.
Libro tras libro, Michéa ha profundizado en la idea de que los defensores de la “transgresión moral y cultural permanente” aclaraban el camino, en el lado izquierdo del terreno político, para los “depredadores de las finanzas (...)