Los poetas están en el exilio. Nuestro mundo sometido a una nueva barbarie, la de la plutocracia, hay que preguntar a nuestros poetas para recuperar a la vez la memoria y la utopía. Son ellos los que velan por la humanidad.
Mi “bella y extraña patria”, que depositó una tierra tan fértil sobre mis raíces, me enseñó que, desde siempre, la poesía alimenta el canto. Y ese canto puede convertirse en grito.
Es el azar el que hizo que naciéramos en un país en vez de en otro. Y es el exilio el que hizo que tomáramos conciencia de nuestra identidad cultural.
Yo no elegí el exilio; yo lo padecí y me hizo sufrir. Para integrarme –y, por lo tanto, para sobrevivir– en la tierra “de acogida”, tuve que renunciar a mi identidad durante algún tiempo. Y, para comenzar, había que aprender la lengua extranjera, de otro modo uno no existe.
Con razón o (...)