“Me gusta conducir. Los automóviles son mi vida. Los he tenido Lada Zhiguli, estadounidenses, alemanes. Últimamente me gustan los japoneses”. Ex mecánico que ahora es chófer en una empresa de alquiler de trajes de etiqueta, Andrei Garachtchuk estira el brazo para abrir la puerta del acompañante de su “Mazda 6, último modelo de la tercera generación”. Un neón azul proyecta en la acera el logo de la marca. Una vez que pone la marcha atrás, nuestro chófer confía en un panel de control para salir del garaje de un edificio situado a dos pasos del Kremlin. Dirección: Aeropuerto Sheremetyevo, a cuarenta kilómetros del centro, cerca del cual este cuarentón rehabilitó una dacha como vivienda habitual. “En general tardo una hora, una hora y diez minutos como máximo”, analiza, optimista.
En 2013, Moscú se situó a la cabeza de las ciudades más congestionadas del mundo, por delante de Estambul, de Río de (...)