Miles de automóviles quemados, instalaciones públicas (escuelas, guarderías, gimnasios) destruidas, declaración del estado de emergencia, alrededor de 2.800 personas detenidas, cerca de 400 condenadas a prisión: el saldo de los disturbios que han sacudido a Francia entre finales de octubre y mediados de noviembre de 2005 es grave en términos materiales, humanos y psicológicos. ¿Pero qué está pasando?
Numerosos comentaristas, tanto franceses como extranjeros, perciben en esta crisis los preludios del desmoronamiento de nuestra sociedad bajo los embates de aquéllos a quienes presentan alternativamente como “hordas de lobos”, “enemigos de nuestro mundo” o vanguardia esclarecida de un subproletariado “poscolonial”. Insisten sucesivamente en el fin del “modelo francés”, el “desarrollo de una sociedad paralela al margen de las leyes de la República” o la “crisis de la civilidad urbana”. Antes de expresar estas grandes generalidades según sus intereses políticos y sociales, estos observadores deberían atenerse más modestamente a los preceptos básicos de (...)